San
Gerónimo
Cuentan que hubo un tiempo
en que el río se secó en una de sus peores sequías al extremo que las
desgracias y miserias no podían ser castigo de Dios: los animales morían, las
hembras perdían sus crías, las plantas morían, los árboles se secaban. No había
remedio para esto y algunas personas comenzaron a irse a otros valles con mejor
suerte.
Un día llegó al valle un
hombre que, según contó, venía caminando valle abajo y visitaba todos los
lugares. Llamó la atención la túnica que usaba y su firma de hablar, tan dulce
y firme. Desde que llegó hablaba de Dios y de lo importante que era
arrepentirse de los pecados para no traer la ira divina. Peor de lo que se dio
cuenta la gente del valle era que con su llegada empezó a llegar el agua y con
ella la vida. Las atenciones hicieron que este personaje quedase en el valle
más tiempo del que tenía programado. En ese tiempo, los animales engordaron, el
río creció, las plantas empezaron a tomar fuerza y las hembras preñaban y
parían.
Pero este personaje debía
continuar su recorrido hacia el norte. No escuchaba los ruegos de la gente que
se reunía en tu entorno. No le inmutaron ni las lágrimas de las mujeres
agradecidas ni la risa de los niños que jugaban a su alrededor, pues su partida
era inevitable. Dicen los viejos que mientras subía el cerro cayendo ya la
tarde, las gentes en silencio rogaban a todas las fuerzas para que el personaje
no se vaya. Pero la oscuridad que avanzaba muy rápido, como nunca, impidió
seguir viendo al visitante perderse en las alturas.
Al día siguiente la gente se
levanto con congoja y sólo atinaron a recorrer con la vista el sendero del
visitante y cual no sería su sorpresa al ver al mismo pero convertido empiedra:
los ruegos de la gente había logrado detener su partida y había logrado hacer
que se queda en medio del valle, para bendecir su prosperidad. Las gente empezó
entonces a llamarlo San Jerónimo, patrono del valle de Ilo.
Dicen que los valles del
norte nunca recibieron su visita, por eso terminaron secándose y sus gentes
tuvieron que salir de ellos para no morir de hambre y sed.
Frente al Parque Ecológico
de El Algarrobal, en medio de un angosto camino se puede ver a un personaje de
espaldas, con su capa a medio vuelo y la pierna flexionada en además de subir
el cerro, recorrido que nunca culminó.
Cortesía :
Edwin Adriazola Flores
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